El papel de la sexualidad en pareja: deseo y satisfacción sexual
¿Qué sostiene el deseo en pareja? ¿Cuándo encuentras más deseable a tu pareja? ¿Podemos desear lo que ya tenemos? Estas son algunas de las preguntas que algunas personas se han podido plantear en cuanto a la respuesta sexual humana y la vida en pareja o conyugal.
La satisfacción sexual puede definirse como una respuesta afectiva que surge por la evaluación de los aspectos positivos y negativos asociados a las propias relaciones sexuales. Está considerada como la última fase de la respuesta sexual, asociada a la frecuencia y variedad de las actividades sexuales realizadas. Por tanto, las fases que configuran la respuesta sexual son: deseo, excitación, orgasmo y satisfacción sexual.
En el estudio de esta última se han encontrado diversas variables que determinan el nivel de satisfacción, entre ellas destacan variables interpersonales e intrapersonales y no tanto variables sociodemográficas. No obstante, respecto a éstas últimas se sabe que la satisfacción disminuye con la edad, no estando tan claro el papel del género.
Autores como Byers, Demmons, y Lawrance han propuesto un “Modelo de Intercambio Interpersonal de Satisfacción Sexual” (IEMSS), según el cual la satisfacción sexual es mayor en la medida en que, con el tiempo, la satisfacción de las relaciones es alta y los niveles de recompensas sexuales son mayores a los los niveles de los “costes sexuales”. Tras realizar un estudio poniendo a prueba dicho modelo, se demostró que éste funcionaba tanto para mujeres como hombres, así como para relaciones recientes o de larga duración. Por tanto, concluyen que el IEMSS ofrece un enfoque prometedor para investigar y comprender la satisfacción sexual.
Centrándonos ahora en los factores que pueden afectar a la satisfacción sexual destacan (Parish y col. 2007):
Prácticas sexuales: Incluyendo una mayor variedad de técnicas sexuales, mayor frecuencia de intercambio y orgasmo y presencia de actividades sexuales no coitales.
Aspectos socio – emocionales de la relación con la pareja: La satisfacción sexual se relaciona de forma directa con el deseo sexual.
Conocimientos, actitudes y valores hacia la sexualidad: Fuertes valores religiosos, actitudes sexuales conservadoras, escasos conocimientos acerca de la sexualidad y poca asertividad sexual se asocian con baja satisfacción.
Salud física y vitalidad: Enfermedades coronarias, así como una baja salud física y escasa vitalidad también están relacionados con baja satisfacción sexual.
Barreras ambientales: La falta de intimidad puede disminuir la satisfacción sexual en la persona y en la pareja.
Todos estos estudios ponen de manifiesto la importancia de la satisfacción sexual en la vida personal y de pareja, hasta el punto de influir sobre el bienestar de la misma y la calidad de vida en general.
¿Cómo se relacionan y cómo entran en conflicto el amor y el deseo?
Como se menciona previamente, el deseo configura la primera “fase” de la respuesta sexual humana. Según afirma la psicoterapeuta Esther Perel, la clave para mantener una relación comprometida es “lograr un equilibrio estable que promueva el afecto, pero en el que también se mantengan ciertos grados de autonomía y distancia”.
En algunas de sus exploraciones, parece haber encontrado una “crisis de deseo allí donde está presente el romanticismo o amor romántico”. A diferencia de los animales, las personas podemos experimentar aspectos de la sexualidad mediante la anticipación, capacidad de imaginar como si algo estuviera sucediendo, siendo ésta clave en el deseo. La psicóloga destaca ese componente como fundamental en lo que llama “inteligencia erótica”. ¿Es esa crisis de deseo una crisis de la imaginación?
El principio del deseo se basa en necesidades exploratorias, de descubrimiento y de curiosidad. Suele ir marcado por un cierto “egoísmo”, en el mejor sentido de la palabra: capacidad de estar conectado al propio yo en presencia de otro. En el deseo, los resultados que son previsibles no hacen mantener el interés de la persona, es decir, necesita espacio. Tal y como afirma Esther de forma metafórica: “el fuego necesita aire”.
La naturaleza del deseo en una relación parte de dos necesidades fundamentales para el ser humano; por un lado, la necesidad de seguridad, de pertenencia y permanencia, de predictibilidad. En el otro extremo se sitúa la necesidad de experimentar novedad, riesgo y sorpresa. Resulta evidente que la unión de ambas necesidades en una relación, a la que se podría denominar “amor apasionado”, suele ser una contradicción de términos. A lo largo de exploraciones que se llevaron a cabo en diferentes países, las respuestas de las personas podrían clasificarse de la siguiente manera:
– Un grupo afirmó que su pareja les resulta más deseable cuando se va, cuando está lejos y después se vuelven a reunir. Destaca en esta respuesta el papel de la imaginación en el logro del deseo.
– Otra de las respuesta solía ser que la persona les es más deseable cuando está haciendo algo en lo que está involucrada, sea en su entorno laboral, social o familiar. Es decir, cuando perciben a la persona segura y autosuficiente a una distancia “confortable”.
– Por último, otro grupo afirmó que su deseo es mayor cuando encuentran novedad y sorpresa en la vida de la persona.
Con estos resultados, podría deducirse que en el deseo no hay “cuidado” , pudiendo llegar a ser un potente afrodisíaco. En el amor se pretende conocer, cuidar de la persona amada, se busca cercanía. Cualquier cosa que lleve a la planificación puede disminuir la carga erótica.
Evolución del matrimonio
Durante las últimas generaciones conceptos como sexualidad y matrimonio han experimentado un notable cambio. El matrimonio ha sido durante mucho tiempo una institución económica, en la que se poseía un compañero para toda la vida, implicando ciertos cuidados personales así como una vida familiar y un estatus social. El amor no era, en algunos casos, el motivo central por el que estar casados. Es durante los últimos 70 años cuando el “amor” se ha ido incluyendo en la relación, poniendo un mayor énfasis así en la intimidad conyugal. Esto incluye no sólo la intimidad sexual, sino la intimidad en otras áreas la vida. En esta nueva orientación, la persona aparece dispuesta a compartir su vida interna: sentimientos, preocupaciones, sueños y aspiraciones. De modo que se convierte en una forma de trascender de la soledad existencial (con la que partimos los humanos) como un refugio, normalmente seguro, en el que vivir.
“El misterio no es viajar a nuevos lugares, si no verlos con nuevos ojos” Marcel Proust (1871-1922), novelista francés.
Laura Cruz Navarro