Generalmente se augura que una persona inteligente, entendida como aquella que tiene un excelente rendimiento académico y/o un alto CI, tendrá éxito en la vida. Sin embargo, algunas veces dicha predicción no se cumple y, por el contrario, nos encontramos a personas que aunque no destacaban por sus notas en el colegio o en la universidad, logran dicho éxito tanto en lo personal como en lo social.
Desafortunada o afortunadamente, según como se interprete, existen otras características que parecen tener una gran influencia en dicho éxito, algunas de las cuales se agrupan en el marco de las habilidades sociales (HHSS). En este sentido, las investigaciones sugieren que el ajuste social, emocional y conductual de los niños es tan importante para el éxito como la preparación cognitiva y académica, hasta tal punto que la capacidad de los niños para manejar sus emociones y comportamientos y para hacer amistades significativas se considera un requisito previo importante para la preparación escolar y el éxito académico. Además, existe evidencia que indica que los niños socialmente competentes también son más exitosos académicamente, mientras que las deficiencias en habilidades sociales son un fuerte predictor del fracaso académico (Webster-Stratton y Reid, 2004).
La importancia de desarrollar unas adecuadas HHSS se entiende mejor si se tiene en cuenta que filogenéticamente el ser humano ha sido siempre un ser social que necesita, se desarrolla y se nutre de las interacciones con los otros. Según Bowlby (1986) los individuos desde su nacimiento están programados biológicamente para formar vínculos con los demás. Esa necesidad de vínculos interpersonales se constata gracias a los resultados de investigaciones que afirman que las relaciones sociales positivas son una de las mayores fuentes de satisfacción y bienestar personal, teniendo en cuenta que ser reconocido y aceptados por otro produce un impacto positivo tanto en la autoestima, componente importante de la personalidad, como en la satisfacción vital (de González, 2008).
Para Monjas Casares (2004), las habilidades sociales durante la infancia podrían definirse como las conductas específicas necesarias para interactuar y relacionarse con los iguales y los adultos de forma efectiva y mutuamente satisfactoria. Esta misma autora destaca cinco características centrales de las HHSS:
a) su carácter aprendido, siendo por tanto un aspecto crucial en este proceso el entorno interpersonal en el que se desarrolla y aprende el niño;b) la conciencia de interdependencia de la habilidad social, es decir, todo comportamiento social exige entender el punto de vista del otro; c) los objetivos que persigue son solo comprensibles en situaciones sociales específicas, por ello es necesario tener en cuenta la situación en la que se interactúa; d) la habilidad social es considerada sinónimo de eficacia en el comportamiento interpersonal; e) las habilidades de interacción social son un conjunto de conductas que se hacen, se sienten, se dicen y se piensan.
A nivel general, las HHSS permiten organizar cogniciones y conductas de manera eficiente, en la dirección del logro de metas interpersonales y sociales, que se realizan de un modo culturalmente aceptable (Ladd & Mize, 1983, citado en Oyarzún Iturra et al., 2012).
“Los niños socialmente habilidosos y competentes tienen un buen autoconcepto y alta autoestima, se dicen autoverbalizaciones positivas, se autorrefuerzan de modo encubierto y se evalúan en términos positivos”
Teniendo en cuenta las características de las HHSS, se hace evidente que el desarrollo de las mismas dependerá de las adquisiciones evolutivas. Lacunza y de González (2011) resumen las características más importantes al respecto en los años preescolares, escolares y en la adolescencia. Según estas autoras, las HHSS en la edad preescolar implican la interacción con los pares, las primeras manifestaciones prosociales, la exploración dereglas, la comprensión de emociones básicas, entre otras. El niño pasa del juego en solitario o en paralelo hacia otro más interactivo y cooperativo. En esta etapa, la interacción no tiene solo un papel socializador para el niño, sino que promueve su desarrollo cognitivo, sobre todo a partir de la manipulación de un sistema de signos. Durante los años escolares, el niño participa cada vez más en diferentes situaciones interpersonales y se incluyen otros contextos significativos como por ejemplo los de las actividades extraescolares, en este periodo la popularidad del niño se evidencia en su forma de utilizar las HHSS con sus iguales para iniciar y mantener amistades, así como para resolver conflictos. En la adolescencia se adquieren habilidades más complejas, puesto que son capaces de adoptar comportamientos más críticos y desafiantes ante las normas sociales. La interacción con los pares tiene funciones decisivas para la conformación de la propia identidad del adolescente, puesto que dichas relaciones le permiten elaborar ideas y experiencias, discutir ideologías y puntos de vista, desarrollar amistades y relaciones de enamoramiento.
En general, los niños socialmente habilidosos y competentes tienen un buen autoconcepto y alta autoestima, se dicen autoverbalizaciones positivas, se autorrefuerzan de modo encubierto y se evalúan en términos positivos. Autoinforman también de sentimientos positivos y agradables. Se expresan afirmativamente, con seguridad y defienden sus derechos sin utilizar conductas agresivas. Afrontan las situaciones adecuadamente, explican sus ideas dando su propia perspectiva sin desconocer las ajenas. Expresan sus emociones y afectos de forma positiva y socialmente aceptable y reciben y aceptan adecuadamente las emociones positivas y negativas de los demás. Por el contrario, quienes tienen problemas y dificultades de competencia social, generalmente presentan un autoconcepto negativo y baja autoestima y se dicen autoafirmaciones negativas ante la situación. Autoinforman de más sentimientos de soledad e insatisfacción social, presentan niveles más altos de ansiedad social y más conductas depresivas y renuncian a reivindicar sus derechos o suelen hacer valer sus derechos y opiniones por medio de conductas agresivas (de González, 2008; Monjas Casares, 2004; Ortíz et al., 2002).
Existe evidencia de que la falta de habilidades en los niños de edad preescolar, predice la presencia de problemas tanto internalizantes como externalizantes durante la adolescencia temprana (Bornstein et al., 2010, citado en Schultz et al., 2011 y Cook, Greenberg y Kusché,1994; Fine, Izard, Mostow, Trentacosta y Ackerman,2003; Schultz, Izard y Ackerman, 2000; Schultz, Izard, Ackerman y Youngstrom, 2001, citados en Domitrovich, Cortes y Greenberg, (2007), aumenta la probabilidad de ser rechazado por sus compañeros y de tener bajos niveles de logro académico (Cooper y Farran, 1998; McClelland, Morrison y Holmes, 2000, citados en McClelland, Acock y Morrison, 2006). Durante la infancia, el déficit en HHSS se asocia con escasa aceptación, rechazo o aislamiento social por parte de los pares, bajo rendimiento escolar, expulsión de la escuela o inadaptación escolar, desajustes psicológicos y psicopatología (Monjas Casares, 2000, citada en de González, 2008). Mientras que la presencia de HHSS en los niños previene la ocurrencia de comportamientos disfuncionales, particularmente aquellos vinculados con la agresividad y el negativismo (Lacunza, 2010). En los adolescentes, los déficits en habilidades sociales pueden incidir negativamente tanto en la consolidación de la identidad como en la cristalización de trastornos psicopatológicos (Lacunza y de González, 2011) y además, se asocia con la iniciación en la delincuencia, alcoholismo o toxicomanías (Monjas Casares, 2000, citada en de González, 2008).
Los problemas asociados a la falta de habilidades sociales, pueden persistir hasta la juventud y la edad adulta (Lacunza, 2010), generando dificultades en el desempeño académico, social, laboral y/o familiar. Estudios realizados con universitarios indican que existe una relación inversamente proporcional entre HHSS y ansiedad social, generándose un círculo vicioso que se autoalimenta, de tal forma que esa ansiedad producida en las situaciones sociales debida a la falta de HHSS, inhibe la expresión adecuada de las mismas (Caballo et al., 2014). Otros estudios con adultos han revelado que las habilidades sociales además de estar fuertemente vinculadas a relaciones positivas con los demás, se asocian de manera consistente y positiva con indicadores de bienestar psicológico como la satisfacción con la vida, el sentido de dominio ambiental, la autoeficacia, la esperanza, la felicidad y la calidad de vida (Segrin y Taylor, 2007).
“Se hace necesario hacer un llamado a los centros escolares y a los padres para que dejen de poner el foco en los resultados académicos de los menores y presten el mismo interés, tiempo, esfuerzos y recursos en promover HHSS y emocionales”
En conclusión, como se ha podido observar a lo largo de este texto y respondiendo a la cuestión planteada en el título del mismo, se puede concluir que las HHSS tienen una relación directa con el éxito en distintos ámbitos, incluido el académico, y contribuye enormemente a incrementar otras variables que también se asocian con el éxito y el bienestar como son el sentimiento de autoeficacia, la autoestima y la satisfacción vital. Asimismo, las HHSS actúan como un importante factor protector ante el ajuste psicosocial, ya que además de los beneficios descritos anteriormente, promueven el establecimiento y mantenimiento de relaciones interpersonales satisfactorias (de amistad, familiares y/o amorosas), lo cual ha demostrado tener un impacto positivo en el ajuste psicológico posterior (Inglés, Méndez e Hidalgo, 2001; Kimmel y Weiner, 1998; Kupersmidt, Coie y Dodge, 1990, citados en Martínez Gonzáles et al., 2010) y más aún durante la infancia y la adolescencia, donde las relaciones entre iguales constituyen un contexto con una contribución esencial en su desarrollo social, emocional e intelectual (Ortíz et al., 2002).
En resumen, atendiendo a las investigaciones realizadas, se puede afirmar que un sujeto con habilidades emocionales y sociales, que conoce y controla sus propios sentimientos, que logre interpretar los estados de ánimo de otros, podrá operar en su entorno de tal manera, que redunde positivamente en su calidad de vida (de Contini, 2008).
Teniendo en cuenta estas premisas, se hace necesario hacer un llamado a los centros escolares y a los padres para que dejen de poner el foco en los resultados académicos de los menores y presten el mismo interés, tiempo, esfuerzos y recursos en promover HHSS y emocionales que favorezcan un desempeño competentemente de los niños y adolescentes en diferentes entornos y situaciones que se les presentarán a lo largo del ciclo vital, atendiendo a la evidencia existente de la función protectora que tienen las HHSS para hacer frente a situaciones novedosas y/o estresantes (Masten y Coatsworth,1998; Rutter, 1987, citados en Domitrovich, Cortes y Greenberg, 2007 ), puesto que se ha encontrado que los niños socialmente competentes son queridos por sus compañeros y amigos, resultan agradables a las personas adultas y, a largo plazo consiguen más éxitos escolares y una mayor adaptación al entorno social (Monjas Casares, 2004).